Quiero contarte una historia muy muy curiosa.
Antonia fue una paciente que tuvimos en el centro por una fractura tras una caída. Fue un despiste tonto, mientras cruzaba la acera con los nietos, pero con la mala suerte de que se rompió un hueso de la muñeca.
Ella siguió el procedimiento por el que todos hemos pasado alguna vez. Primero vas a urgencias, te hacen la radiografía y te escayolan. A los 2 meses vuelves con la esperanza de que la radiografía de control vaya bien y por fin te quiten el yeso. Y así fue.
Cuando la enfermera te libera de esa masa de escayola y te dicen: “Listo Antonia, ya puede usted mover la mano”. Lo intentas, pero no se mueve. No es que te duela, quizás un poco, pero es que no se mueve.
Al pasar unos días, Antonia viene al centro preocupada, y es que su mano sigue sin querer moverse. Me pregunta: ¿Qué le pasa a mi mano? Es como si estuviese desconectada, no quiere hacerme caso”.
Sin embargo, tras unas sesiones, todo vuelve a la normalidad. Su mano vuelve a pertenecerle, recupera todo su movimiento y de paso, aprovechamos para mejorar su fuerza a nivel de todo el miembro superior. “Estoy mucho mejor que antes de la caída”, nos dice.
Esta situación, que bien nos puede sonar a todos nosotros es algo que vemos día a día.
Cuando se produce una inmovilización prolongada y dejamos de mover una articulación se dan cambios a nivel local, es decir, perdemos musculatura, la piel está más seca…
Pero los cambios más importantes se dan más arriba, en el cerebro.
En nuestra corteza cerebral tenemos una representación de todas las partes del cuerpo, podríamos decir que nuestro cerebro tiene fotos de cada una de las partes. Según el nivel de sensibilidad que tengamos, estas fotos tendrán más o menos detalle. Nuestras manos, las cuales tienen una gran representación somatosensorial, nuestro cerebro tiene fotos de todos los detalles, no se le escapa ninguno. Esto no es al azar, necesitas tus manos para trabajar, poder comer e incluso para comunicarte. Así que este grado de desarrollo depende de la función.
Cuando sufrimos una fractura y nos inmovilizan, esta función o necesidad pasa a ser nula.
La información que antes recibía de esa zona corporal disminuye por completo, casi como si desapareciese. El cerebro se adapta y disminuye el número de fotos que echa en esa zona, el detalle con el que las echaba, un poco como si se olvidase de ella…
Cuando te quitan la escayola y quieres volver a mover tu mano, esta no responde.
Realmente no es culpa de la mano, es que tu cerebro ya no tiene o no encuentra fotos de ella. De ahí que sea tan importante saber estimular esa zona corporal, devolverle su función y recordarle al cerebro que esa zona es importante y que tiene que volver a echarle fotos con todos los detalles. De esta forma es como Antonia volvió a mover su mano.